ALBENDEA (CUENCA)
POR ANTONIO MATEA MARTÍNEZ
(ALBACETEÑO DE NACIMIENTO, ALBENDESE DE CORAZÓN)
Señor alcalde de la villa de Albendea, concejales, vecinos, familia,
amigos y demás gente venida de fuera: buenas noches a todos y bienvenidos a las
fiestas en honor de Nuestra Señora la Virgen de la Vega.
Ante todo quisiera agradecer a la Corporación municipal la oportunidad
que me brinda para hacer este pregón y poder expresar en público el cariño y
apego que tengo por este pueblo, un pueblo que ya considero mío desde hace
tiempo.
Es un gran honor para mí pregonar estas fiestas de nuestra patrona.
Pregonar es publicar y hacer notorio, mediante un discurso elogioso, la
celebración de una festividad para que llegue a conocimiento de todos, así como
alentar a su participación.
Pero yo ante todo, además de animaros a que participéis en los actos
programados de estas fiestas, quiero elogiar a la gente de este pueblo, a las
extraordinarias personas que he hallado en él, que han hecho que sienta esta
población como mía.
Nací en Albacete y moriré siendo albaceteño, porque la sangre
albaceteña corre y siempre correrá mientras viva por mis venas. Pero la diosa
Fortuna me trajo a esta tierra de La Alcarria conquense y a este excelso pueblo
de Albendea. Y me quedé prendado de sus paisajes, de su historia, de su cultura
y de sus gentes, sobre todo de sus gentes, que han hecho sentirme un albendense
más, y así espero ser considerado siempre.
Decía el ilustre Platón que el que sabe algo, percibe las cosas que
sabe, y así el conocimiento es siempre percepción. Mi conocimiento y mi
percepción me han permitido ver en Albendea algo que no sabría muy bien
explicar, pero que ha hecho considerarme desde el primer día en que llegué a
este pueblo un vecino más, por lo que quiero agradeceros públicamente el
acogimiento que me habéis hecho junto a mi familia.
Un pueblo, Albendea, que posiblemente
tenga su origen, haciendo un poco de memoria, en el Cerro del Castillo, donde
se asentaron los primeros pobladores de su término municipal. Cerca, en la Vega
de Llanes, se han hallado los restos de una villa romana, cuyo dominus se hizo construir un mausoleo
para que sus restos reposasen para la eternidad. Aunque no ha sido así y han
desaparecido tras ser expoliados por civilizaciones posteriores.
Hay algunas viviendas-cueva cercanas al mausoleo, que posteriormente
fueron refugio de pastores y ganado. Quizás estén relacionadas con la leyenda
que se cuenta de una bruja envenenadora, que causó una gran mortandad entre sus
vecinos en un banquete, lo que –dice la leyenda– les impulsó a cambiar de
emplazamiento y venir a asentarse en nuestro pueblo, un pueblo que lleva en su
topónimo su posible origen árabe.
La Ermita Mausoleo de Llanes es un preciado documento de nuestra
historia, declarada Bien de Interés Cultural en 2008, que junto a la oculta
villa romana cercana, son los restos más tangibles que nos dejó la civilización
romana. Y que por tanto debemos contribuir a su conservación y conocimiento,
para ampliar el conocimiento y contribuir a la pervivencia de nuestro pueblo.
La misma consideración de Bien de Interés Cultural tiene la iglesia de
nuestra Señora de la Asunción, construida cuando ya el románico daba sus
últimos coletazos y el estilo gótico se andaba haciendo paso por nuestras
tierras, apenas un centenar de años después de que dejasen de ser
definitivamente moras.
Así, en torno a la iglesia, protegidos por el barranco del río San
Juan, y seguramente por alguna muralla que circundara las viviendas, se fue
forjando nuestro pueblo y nuestra historia, siempre en torno a la villa madre
de Huete, de cuya jurisdicción dependía administrativamente.
Pero aquellos habitantes bajomedievales supieron hacerse adultos y
alcanzar la madurez y autosuficiencia al entrar en la Edad Moderna. Y así
aprendieron a caminar solos, sin necesidad de ninguna villa madre que les
llevara de la mano. A principios del segundo tercio del siglo XVI, el 20 de
noviembre de 1537, los habitantes de Albendea recibieron, mediante una carta de
privilegio en pergamino, concedida por el emperador Carlos V y su madre la
reina Juana, el título de villazgo, un título que es el más preciado documento
que se guarda de nuestro pueblo.
Una de las causas argumentadas en el pergamino para otorgar a Albendea
el título de villa, era el gasto que suponía para sus vecinos el trasladarse a
Huete para pedir justicia, pues no había en nuestro pueblo Alcalde del crimen
que juzgase las causas criminales, y el de las civiles sólo conocía las causas
de hasta sesenta maravedíes.
También se dice en este pergamino textualmente, que los habitantes de
Albendea “reciben muchas fatigas,
molestias y vejaciones de alguaciles y escribanos y emplazadores y ejecutores y
en otras diversas maneras”.
Pero posiblemente, el principal motivo para conseguir el título de
villazgo fueron los 990.000 maravedíes con que los habitantes de Albendea
contribuyeron a ensanchar las arcas del emperador, según reza la carta de
privilegio “para ayudar a grandes gastos que
hemos hecho y esperamos hacer en sostener las galeras de la armada contra los
infieles enemigos de nuestra santa fe católica”.
Estos 990.000 maravedíes fueron entregados por el albendense Juan de
Lariz a Alonso de Baeza, criado del emperador. Y desde entonces Albendea pudo
tener su propia jurisdicción civil y criminal, independiente ya de la de Huete,
y gozó del derecho de nombrar alcaldes, alguacil, regidor y mayordomo y “poder y entera facultad para tener y poner
horca y picota, cepo, cárcel y cadera y cuchillo y azote y todas las otras
insignias de jurisdicción que las villas sobre si destos nuestros Reynos pueden
y deben tener y usar” según dice el pergamino.
Por entonces Albendea contaba con ciento ochenta vecinos, que según las
cuentas que se manejaban en aquellos tiempos suponían unos setecientos
habitantes, casi con toda seguridad una de las cifras más altas de toda su
historia.
Pero dejemos ya a la historia aparcada y a las generaciones de
albendenses que han ido fluyendo y sucediéndose en el tiempo, e introduzcámonos
en la fiesta, pues ahora, en estos tres días, estamos en tiempo de fiesta, de
alegría y de jolgorio, no en tiempo de recordar la historia.
El tiempo, dijo un sabio antiguo, es un don de los dioses, entregado
para que saquemos provecho de él. Aprovechemos, por tanto, estos días de fiesta
para conseguir ser felices y olvidar nuestros problemas, disputas y antipatías,
e intentemos buscar la empatía, que las cosas no siempre son como parecen o
como nosotros queremos que sean. Cada momento requiere su oportunidad y la
fiesta tiene sobre todo una finalidad: vivir momentos de alegría, de paz y de
fraternidad con las que intentar alcanzar la felicidad.
Alcancemos, pues, la felicidad y rindamos homenaje y pleitesía a
Dionisos, cuyo culto en la antigüedad estaba acompañado por fiestas,
procesiones, actuaciones musicales y las danzas de las ménades.
Invoquemos a las ménades dionisiacas, a Euterpe, Talía y Terpsícore,
musas de la música, de la comedia y de la danza, y esperemos que mañana, en el reparto
de la zurra, no tengamos que pronunciar esa frase de Vinunt non habent, que dicen que dijo, y que posiblemente diría,
María a su hijo en las bodas de Caná para pedirle que convirtiera el agua en
vino. Tratemos con ese homenaje de alcanzar el entusiasmo, que al fin y al cabo
no es más que sentir como, dicen, sentían esos dioses arcanos cuando recibían
la veneración de los mortales.
Dejemos la prudencia a un lado y busquemos la embriaguez del entusiasmo
mediante la danza de la verbena. Y estemos calmosos y serenos si practicamos el
libre albedrío y la concupiscencia en estos días, que San Agustín también los
practicó y llegó a ser santo, y es uno de los grandes padres de la Iglesia.
Evadámonos de la carga y de las preocupaciones del trabajo diario, de
esta crisis que nos aprieta y nos ahoga y que parece no tener fin. Sumerjámonos
por los infinitos caminos de la sabiduría en el mundo de la fiesta, sin dejar
atrofiados los sentidos, si no es el sentido común, única barrera que nos
impide soñar. Soñemos, pues, y volemos con los espíritus de las celebraciones
de antaño por los caminos de la imaginación, con la libertad con la que raudo
vuela el viento en busca de las estrellas.
Pero hagamos este homenaje dionisiaco, y estas celebraciones festeras
alentadas por las musas, con moderación y con inteligencia, que para hacer
respetos y reverencias a seres divinos tenemos a nuestra venerada y amada
Virgen de la Vega, que nos guía y nos protege con sus ojos de madre durante
todo el año. Y al fin y al cabo estas fiestas son en honor a tan Alta Señora.
Y para ello se celebra mañana la romería y la posterior misa en la
ermita que lleva el nombre de la Madre de Dios, para mostrarle nuestro respeto
y devoción, y abandonar cualquier intento adorador de dioses paganos con el que
ansiemos poseer cualquier don divino, que sólo nos puede llevar a padecer los
excesos de su adoración.
En fin, dejemos este ensayo de pregón, que os agradezco hayáis venido a
escuchar, compuesto por un pregonero novicio que no ha hecho mérito alguno para
serlo, si no es el de querer y admirar a este pueblo y a esta tierra, y sin más
ni más vivamos ya la fiesta. La fiesta que es lo esencial, la fiesta que
entusiasta nos espera aquí en nuestro pueblo, Albendea, y que claramente se
manifiesta entre sus gentes, en la calle, en las peñas, en los bailes de la
verbena y en las gentes venidas de fuera.
Pongamos punto final a las palabras y vivamos el momento, vivamos ya la
fiesta, que a todos nos alcanza de alguna u otra manera, y que todos vivimos y
sentimos con mayor o menor pasión, con mayor o menor prudencia.
Albendenses, familia y amigos, y demás gente venida de fuera, gritad
conmigo: “viva la fiesta, comience la diversión y la fiesta, y viva Albendea y
nuestra Patrona la Virgen de la Vega”.
Salud y alegría a todos y felices fiestas.
CARLOS CIUDAD (TENIENTE DE ALCALDE, PRESENTANDO LAS FIESTAS Y AL PREGONEROEL PREGONERO Y LA FIESTA
ROMERÍA A LA ERMITA DE NUESTRA SEÑORA LA VIRGEN DE LA VEGA
EL REPARTO DE LA ZURRA Y OTRAS COSAS
LA VERBENA DEL SÁBADO NOCHE
LOS CHURROS DEL DOMINGO CASA PEDRO Y TERE
LA PROCESIÓN DEL DOMINGO
LA PEÑA DEL BOTIJO
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