PEDRO RUBIO, UN MAESTRO DE LA PINTURA EN ALBENDEA
POR ANTONIO
MATEA MARTÍNEZ
INTRODUCCIÓN
Como
ya apuntamos en la introducción que hicimos sobre Octavio, Albendea tiene un
amplio muestrario de artistas si la comparamos con su escasa población. Uno de
ellos, aunque nacido en la localidad jienense de Montizón, es Pedro Rubio
Avilés, que está unido a Albendea por su matrimonio con Teresa Olvera Llandres.
Gran
aficionado a la pintura, aunque también se ha dedicado a otras técnicas
artísticas, Pedro se transforma cuando tiene el pincel en la mano, dando forma
a sus figuras con una gran maestría y realismo, esperando que brote su obra en la
superficie del lienzo o de la tabla como quien espera la salida de una recién
nacida ninfa de las aguas límpidas de un río. Su pincelada, suave y difuminada
unas veces, fuerte y acentuada otras, con trazados marcados y palpables en el
soporte, permite una percepción visual de su obra con una significación realista,
llena de formas sensibles, pero a la vez cargada de un profundo espíritu simbólico
y sentimentalista.
Pedro
se refugia en el arte de la pintura para encontrar la paz interior, una paz que
quizás no es capaz de hallar de forma consolada fuera de ella. El pintor, a
través de su hechura, nos introduce en el tema que expone, haciéndonos ver que
no hay más realidad que la que hallamos en la obra presentada ante nuestros
ojos, para que podamos sumergirnos en su belleza y en su hechizo a través de la
composición, las líneas y los colores.
Los
vecinos de Albendea, a quienes principalmente va dirigido el trabajo que
confeccionamos en estas líneas, conocemos muchas cosas ajenas a nuestro pueblo,
pero a veces ignoramos lo que sucede dentro de él. Con estas líneas, al igual
que aquellas que expusimos sobre Octavio, se pretende llegar a conocer quién es
Pedro Rubio y cómo llegó a hacerse pintor, profundizando en el artista y sobre
todo en su obra.
Pedro
Rubio no es hijo natural de Albendea, pero su alma está impregnada de nuestro
pueblo, como muestra en la temática de sus cuadros. Pedro siempre se ha
considerado hijo de Albendea, a pesar de su nacimiento en tierras jaeneras y de
su domicilio valenciano, y contribuye con su obra a darlo a conocer y a
difundirlo fuera de nuestra tierra.
PEDRO Y SU OBRA
Pedro
Rubio nació en Venta de los Santos, núcleo que pertenece al municipio de Montizón,
provincia de Jaén, el 20 de noviembre de 1952. Pero las circunstancias de la
vida, que no vienen aquí a propósito, le llevaron a emigrar con tan sólo 12
años a tierras valencianas. En Valencia se encontraban ya sus hermanos mayores
y hasta allí partió el resto de la familia para poder reagruparse.
De
niño asistía a clase de dibujo y pintura en la Escuela de Artes y Oficios de
Valencia, pues descubrió a temprana edad que su gran afición era pintar. Allí
estudió durante varios años, aunque, según nos confiesa Pedro, en la escuela de
pintura sólo le enseñaron a limpiar los pinceles.
ARLEQUÍN
ABSTRACTO SOBRE TABLA
CAMPO DE FÚTBOL
ERMITA DE LA VIRGEN DE LA VEGA (ALBENDEA)
CAMPO MANCHEGO
PLAZA DEL CONDE DE PRIEGO
Antes
de ir al colegio, antes incluso de aprender a leer y a escribir, Pedro ya había
dado los primeros pasos en el mundo del dibujo. Su gran distracción de niño, que
fue aprovechada sagazmente por su madre para su serenidad y tranquilidad, era
coger los lápices de colores y hacer garabatos en un papel, disfrutando como si
hubiese recibido un juguete nuevo.
Años
más tarde, todavía en edad escolar, Pedro empezó a dibujar comics para sus
compañeros de clase, que quedaron sorprendidos de su estilo y pericia en este arte. Realizaba comics y
dibujos por encargo, que luego vendía para poder comprar material de pintura y
dibujo, para así poder seguir con sus prácticas representativas.
También
en Valencia, aparte de pintura, estudió música y empezó a tocar la guitarra,
llegando incluso a componer algunas de las piezas que interpretaba. Junto con
su primo Juan formó un dúo, aunque sus expectativas de éxito se quedaron truncadas
en el camino, según dice Pedro por la falta de medios materiales y económicos.
Quizás
por ello decidió seguir con la pintura, un arte innato para él.
“A pintar –dice Pedro– no
se aprende, el oficio y el arte se llevan dentro, en el fondo del alma. Sólo
hay que aprender a saber sacar los proyectos artísticos del interior de uno mismo.”
La
pintura supone para Pedro un auténtico relax, una liberación de la
cotidianeidad, y a la vez una forma de comunicación. Cuando Pedro pinta expresa
lo que lleva en su interior, aquello que impulsado por las musas está pidiendo
a gritos salir, esperando a que el arte de la pintura le dé la forma adecuada
para ver la luz del mundo.
ALBENDEA DESDE EL RÍO SAN JUAN
BODEGÓN
OSCAR CON SU REBAÑO
PAISAJE CON ESPÁTULA
Pedro conoció en Valencia a Teresa Olvera, con quien contrajo matrimonio, quedando así definitivamente su vida unida a nuestra tierra alcarreña. Se construyó una casa en Albendea para poder venir con mayor frecuencia, aunque ya de novio solía pasar algún fin de semana en nuestro pueblo en casa de los padres de Teresa. De su unión matrimonial nacieron tres retoños: Pedro José, Francisco Javier y Héctor David.
No
es Pedro persona que le guste figurear, ni pregonar su obra a los cuatro
vientos, sino sólo a sus más allegados y amigos. Pero para contribuir a que podamos
conocer un poco más nuestro pueblo y sus gentes, para poder así a la vez engrandecerlo,
ha accedido a abrirnos las puertas de su obra y de su vida en estas notas que
exponemos a continuación.
Su
prolífica obra se ha elaborado con diferentes técnicas artísticas, sobre todo óleo
a pincel o a espátula y acrílico. También ha realizado varias esculturas,
destacando en madera de pino una talla de un Cristo románico atado a la cruz, empleando
para ello la gubia, así como una talla de un torero, también con gubia, esta
vez con madera de haya.
Una
de sus primeras obras fue un óleo sobre tabla, en la que repre-senta unas
cerezas en plena madurez, frutas que son forjadas con un impre-sionante realismo.
Esta obra la compuso con tan sólo catorce años y en ella ya muestra cómo
conseguir volumen y profundidad en una obra naturalista, aunque quizás los
fondos podrían también calificarse de ligeramente neutros. Destaca también el
contraste de los oscuros de las hojas, con sus nervaduras bien pinceladas y
resaltadas, con los tonos azulados y grisáceos del fondo.
CAMINO DE CUEVA TOMÁS (ALBENDEA)
CASA NATAL
CASAS COLGADAS DE CUENCA
JILGUEROS (ALEGORÍA FAMILIAR)
PADRES
PEDRO JOSÉ
Otra obra que queremos destacar es el campanario de la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción de Albendea, un óleo sobre lienzo que pinta tras treinta años de interrupción en las artes figurativas. Es su primera obra de su nueva etapa, con la que demuestra que, a pesar de esos treinta años de invernada en el arte de la paleta, no pierde su saber y su técnica, como enseña en la composición de los árboles y en la representación y plasticidad de los sillares del campanario.
Una
de las obras de la que no se separaría jamás es el autorretrato que nos ha
servido de portada, una obra en óleo sobre tabla, trabajada con espátula. En esta
hechura muestra su buen manejo de esta difícil técnica, con la que transmite
toda la energía del pintor, una energía y seriedad que apreciamos en la mirada,
en la compostura y en la perspectiva del rostro.
En
la ermita de Nuestra Señora de la Vega, una obra en óleo sobre lienzo, queda
representada con absoluta naturalidad toda la mampostería de la fábrica del
templo, que se estructura en una composición cromática con predominio de las
tonalidades verdes, prototipo de un paisaje primaveral. Con una línea fluida,
que se funde con las masas tonales del color y la tridimensionalidad del
espacio, consigue una bien marcada pintura, en la que armoniza la dialéctica
lumínica, la sacralidad del edificio y el entorno en el que se ubica. Hay que
destacar también en esta obra, dentro de la simetría y proporción del conjunto,
las bien conseguidas incipientes hojas de los chopos, que se enfatizan sobre el
azul claro del cielo.
Otra
obra realista, que queremos destacar de Albendea es la imagen desde el valle
del río San Juan, en la que el pueblo se nos muestra imponente y majestuoso desde
el fondo del vallejo, como una muralla infranqueable que sin duda debió ser en
tiempos pretéritos. En esta ocasión nos enseña una mirada de Albendea que sólo
se puede apreciar extramuros, desde el camino que fue antaño del Villar del
Infantado, con una gama fría de tonalidades secundarias, sobre la que se
resaltan los ocres de la cuesta por la que se sube al pueblo desde el río.
PLAZA DE MI PUEBLO
SALIDA DE SOL
VAREANDO LA ACEITUNA
Una
obra de Pedro que raya la perfección es la Plaza del Conde de Priego, un óleo
sobre tabla, obra que vista de lejos parece una fotografía, más que una
representación pictórica. La sillería del aparejo de los edificios, la farola
del centro de la plaza, eje de la composición de la obra, las sombrillas del
bar, las balconadas, la fuente, etc., han sido tan bien logradas que muestran
el buen hacer en las artes figurativas de este maestro de Albendea.
En
Arlequín, un acrílico sobre tabla, Pedro fantasea con el color y el movimiento
de la figura humana, así como con la luminosidad del fondo del cuadro, que hace
que la imagen sea más sobresaliente y protagonista dentro del conjunto de la
composición. La intensidad del color escarlata y el conjunto cromático de la
vestimenta del bufón, introducen una novedad en la pintura de Pedro, que da el
salto del urbanismo y naturalismo campestre al campo de la fantasía y
trasfiguración humana.
Pero no es
esta pintura, o el ya citado autorretrato, las únicas muestras de figuración
humana que nos ofrece Pedro, pues en otras obras muestra su sapiencia en este
campo. Podemos destacar el retrato de su hijo Héctor David, un oleo sobre
lienzo en el que refleja a su hijo sonriente, con gran parecido con su padre.
Asimismo, otro retrato destacable es el de su hijo Pedro José, también en óleo
sobre lienzo, con la figura del rostro reflexivo y sus contornos sombríos, sujetado
por su mano, y unos pliegues de los ropajes bien trabajados. El mismo éxito
consigue en la representación de Primitivo y Pía, padres de Pedro, en los que
refleja de manera prudente el paso de los años en sus rostros.
Pero
quizás el retrato mejor conseguido, al menos desde nuestro parecer, es el de
su hijo Francisco Javier, de nuevo un óleo sobre lienzo. Destacamos en esta obra
la pincelada fría, con una línea muy fina, con la que refleja la sonrisa del
muchacho con cierta melancolía y hieratismo, que lleva conseguir una expresión
extraordinariamente completa. Sus bien contorneadas formas y pliegues de la
vestimenta, que destacan sobre los tonos pálidos del fondo, la simetría de la
figura humana y esta citada expresión del lenguaje de la mirada, llevan al
observador a sumergirse en los
sentimientos del personaje.
En Alegoría familiar (Jilgueros con su prole), también
óleo sobre lienzo, Pedro lleva el naturalismo a su máxima expresión. El
espectador que mira esta obra encuentra una composición llena de simbolismo, de
ternura y afecto familiar, con una pareja de jilguerillos henchida de vida y
color, que alimentan a su descendencia en el nido, como lo haría cualquier
humano con sus hijos. Las bien perfiladas siluetas de las aves, dentro de su
entorno natural y con la única preocupación de sacar adelante a sus hijuelos, contextualizan
una escena que podríamos extrapolar al entorno de un hogar familiar. Las
intensidades cromáticas del plumaje de los fringílidos, con la diferente
posición jerárquica de la pareja, los detalles de las hojas, con todas sus
nervaduras, y la representación del palmeral en el fondo de la composición
muestra la valía de este artista de Albendea.
CALLE DE ALBALAT
CEREZAS
FRANCISCO JOSÉ
PAISAJE DE OLIVOS
PAISAJE MARINO
PASEO DE LA CARRERA (ALBENDEA)
PLAZA DE VENTA DE LOS SANTOS
TORERO
Esa valía se muestra asimismo en el óleo de su bodegón, una obra sobre tabla creada con extraordinaria simetría y disposición axial, de la que podríamos destacar las entrelazadas pinceladas que dan forma a la canasta que contiene las frutas. Pero lo que más destaca en él es la perfecta representación de la piel de las manzanas, conseguida con tal realismo que da la impresión que podríamos fácilmente cogerlas y comerlas.
Otra
obra que queremos destacar de Pedro es su paisaje marino de Albuisech, una obra
que compuso en sus inicios para un concurso organizado por Iberia. Aunque no obtuvo
ningún premio, esta obra tiene un estilo vibrante, donde Pedro muestra gran
virtuosismo técnico en sus primeros pasos en este mundo de la pintura, con unas
pinceladas sobresalientes en la representación de las rocas de la orilla y en
la espuma burbujeante de un mar, que aparece en pleno movimiento.
Su
obra más reciente son las Casas Colgadas de Cuenca, que compone por encargo de
un amigo. Es un óleo sobre tabla, su técnica y soporte favoritos, en el que
muestra estos edificios, símbolo de la ciudad Patrimonio de la Humanidad, con
unas balconadas bien conseguidas llenas de realismo y luminosidad, que
contrastan con el oscuro azul de la noche.
En
cuanto a la escultura, podemos citar su Cristo románico atado a la cruz, una
obra tallada con gubia en madera de pino. Es una obra moralizante, construida
con varias piezas encoladas rematada con un lacado negro, obra que podemos hallar
en su casa de Albendea. Allí Pedro nos puede enseñar también algunas de sus
muchas otras obras.
Asimismo
en madera, aunque esta vez en madera de haya, Pedro compone Torero, una obra
figurativa de gran esquematismo, con la que cambia totalmente el estilo artístico
de la anterior. Con sus bien entallados contornos, así como el acabado pulido
de la obra, el artista nos hace creer que estamos ante una pieza de mármol, en
lugar de tener ante nosotros una talla de madera, demostrándonos su gran
destreza en la técnica del trampantojo.
En
definitiva, con este trabajo sobre Pedro Rubio Avilés queremos dar a conocer a
una persona de nuestro entorno, que ofrece en sus obras toda su sabiduría y
buen hacer en las artes plásticas de la pintura y la escultura. Alguien muy
cercano a nosotros que hemos de conocer para saber que nuestro Pueblo,
Albendea, a pesar de su lejanía y aislamiento, a pesar de su cada vez más
menguante población, guarda en su interior auténticos artistas y auténticas
obras de arte, que Pedro desde su domicilio del Paseo de la Carrera está
siempre dispuesto a enseñar a quien las quiera conocer.
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